Esta noche comenzamos un año curioso numéricamente, el 2020. Ideal porque con los dos ceros se pueden hacer las esferas de los lentes para partir el año. Las del 2002 fueron las mejores. El próximo año que tendremos con dos ceros y dos doses es el 2200. Da una sensación de vértigo la fecha. Es bastante  probable que para entonces, Maduro ya esté fuera del poder y esa personalidad que aturde nuestras vidas sea solo un lejano y triste recuerdo. Para esa fecha estarán los tataranietos de nuestros hijos, con suerte, porque al ritmo que llevamos el planeta imagino que cuando ese año nos alcance habrá ya migraciones interplanetarias, colonias en Marte y en La Luna. Naves que, como el Enterprise, surcarán el espacio infinito en un viaje sin retorno.

¿Cómo será Venezuela en el 2200? ¿Estará recuperada de la tragedia o nuevas tragedias le sucederán a la presente? ¿Hallaremos inteligencia para usar los múltiples dones que se nos han dado o seguiremos siendo feudo de corruptos destructores de posibilidades y sueños? Un día como hoy uno se asoma a la inmensidad del tiempo.     Hace 100 años en 1920, por ejemplo, Venezuela estaba sometida a la dictadura -que quiere Dios siga siendo la más larga de nuestra historia- de juan Vicente Gómez-. Había presos políticos y tortura, el petróleo se regalaba, el suministro eléctrico era precario. Asombran tantas similitudes un siglo después. Tiempo, país, progreso, libertad, justicia, gobierno, democracia. La Venezuela de la que somos hijos se construyó con altibajos en la segunda mitad del siglo XX. En Venezuela los nuevos siglos no llegan hasta que no desaparecen las dictaduras.

Comienza el año 2020 con fuerza reiterativa nos recuerda que avanza el siglo XXI para el mundo, menos para nosotros, que llevamos dos décadas perdidas. Sin embargo -y no es por dar esperanza vacía- la numerología del 2020 nos alienta. Es un año regido por el número 4, que además de ser nuestro instrumento musical por excelencia, nos recuerda según los especialistas que, en su conexión con Urano, el 4 representa la extinción de lo viejo para que se abra camino lo nuevo. Cuatro son las estaciones, los puntos cardinales, los jinetes del Apocalipsis, las fases de la luna y cuatro las letras del nombre de Dios, a quien en un día tan señalado invocamos para que vengan bendiciones sobre nuestra tierra, sobre la Tierra y el terruño, para que el cambio que Venezuela anhela cobre forma y nos entusiasme (al fin y al cabo, entusiasmo, etimológicamente, es “llenarse de Dios”).

Desde este medio les deseamos un feliz año, que la conciencia nuestra no se adormezca ni se deje amilanar por las duras circunastancias. Recordamos especialmente hoy a quienes alejados de sus familia padecen injusta prisión, tortura y persecución. A tantos cuyo corazón, desde la lejanía del hogar,  vuela hoy a Venezuela para estar presente en el cálido recuerdo de sus familiares. Reiteramos nuestra fe inquebrantable en el amor, la bondad, la justicia, la democracia y la libertad, como única vía para una felicidad perdurable y compartida. Agradecemos a tantos que se han ocupado de la solidaridad y de la justica, de hacer el bien y ayudar al prójimo. A los que esta noche estarán lejos de su casa para salvar la vida de otros, a los que construyen ese país silencioso honesto y bueno al que no podrá nunca opacar la perversa maldad reinante.

A todos, Feliz año 2020.