Eso de que el término «black friday» tiene su origen en el día que destinaban para la venta de los esclavos en Estados Unidos es una mentira del tamaño de la constitución venezolana.

La realidad es que la venta de esclavos en los tiempos de tan inhumana práctica en la potencia del norte, se producía de lunes a lunes, bueno, quizá se interrumpía el domingo para acudir a la iglesia.

Realmente se trata de un invento capitalista para vender más, como resulta lógico, dentro de la lógica del capital.

Claro que produce un efecto perverso que es la exacerbación del consumismo.

La gente se lanza a la cacería de algunas cosas que necesita, pero sobre todo de aquello que no le hace falta.

Los noticieros nos muestran imágenes de multitudes abalanzándose sobre las tiendas que, sin la explicación debida, podrían hacernos creer que se trata de saqueos. 

Aunque la práctica en estos tiempos ya es global, no encuentra mayor eco en nuestro país, donde toda costumbre del norte tiene su asiento.

Seguramente porque nosotros asociamos la expresión «viernes negro» al lamentable día (viernes 18 de febrero de 1983) en que el bolívar entró en un proceso de devaluación que no solo no concluye, sino que no ha hecho sino acelerar a fondo últimos tiempos, sin pararle mucho a la escasez de gasolina.

Antes de la fecha mencionada, para nosotros todos los días eran viernes negro de ofertas, de allí sale, por ejemplo, aquel personaje que con tanto éxito recreó la Radio Rochela y que protagonizaba Martha Olivo (Malula) junto a Jorge Tuero, representando a esa clase media venezolana para la cual comprar en Miami era una ganga y la respuesta más común cuando los dependientes eran inquiridos por algún criollo sobre los precios de los productos, era la de: «¡Ta’barato, dame dos!».

El bolívar llegó a ser, en ese tiempo pasado del que el chavismo se asume a sí mismo como superación, una de las monedas más estables del mundo.

Algunos norteamericanos, en vez de gastarlo todo en el «black friday» solían ahorrar en bolívares por la confianza que el signo monetario despertaba.

Durante el régimen que nos agobia, con los ocho ceros que le han arrebatado al bolívar, nuestra devaluación entre 1999 y el 2020 es de tal magnitud que publicar la cifra resultaría demasiado grosero y aquí nos regimos por las normas de la decencia (la verdad es que la cifra nos llevaría media página y demasiadas operaciones con muchos ceros).

Desde hace demasiados años, cada día es para los venezolanos un viernes negro en el sentido ruinoso del término, un anuncio de que el dinero tampoco hoy alcanzará para el mercado, de que el precio de los productos cabalga mientras la gente lo persigue a pie, de que es imposible vivir así. Sin embargo, somos un país de contradicciones: en medio de tanto dolor y sufrimiento, muchos continúan celebrando cada día un multimillonario “black friday” en el remate sin fin del destino nacional.