Como egresado de la Universidad Central de Venezuela, no puede uno permanecer impávido e indiferente ante este nuevo atropello a nuestra alma mater.

La democracia es el mejor sistema de gobierno que se ha podido dar el ser humano a lo largo de la historia, es el que iguala a los ciudadanos, confiriendo a cada uno el mismo derecho a opinar sobre los asuntos que a todos nos conciernen en un complejo equilibrio entre justicia y equidad. Así como es el mejor sistema de gobierno, es también el más débil, si no hay tras él una visión ética de la política y un proceso de preparación creciente y sistemático de la población para la exigente tarea del ejercicio de la ciudadanía.

La mayor debilidad que la democracia presenta es que democráticamente se puede optar por la extinción de la democracia al escoger una opción cuyos postulados sean la negación de la misma. Sucedió en la Italia fascista, en la Alemania nazi, también en la Venezuela chavista. Los caudillos no democráticos, lo primero que hacen al llegar al poder es desnaturalizar la democracia, convenciendo a la población -y a ellos mismos- de que la aclamación popular sustituye a la democracia, de que al encarnar ellos la auténtica voluntad del pueblo, las votaciones son intrascendentes, por ello, cuando se hacen -si se hacen- deben blindarse los sistemas electorales para que no permitan que triunfe una opción diferente.

La existencia de la democracia no significa que todo deba ser sometido al voto popular. Por ejemplo, se cuestiona mucho en los últimos tiempos que se convocara, en el Reino Unido, a un referéndum para decidir la salida de la Unión Europea. Someter un tema de tal trascendencia a las pasiones del momento no fue una buena idea. Terminó ganando una opción que dividió al país y complicó las cosas para todos, incluido el propio Reino Unido. El liderazgo democrático debe implicar también un ejercicio de formación ciudadana. La enemiga principal de la democracia es la demagogia.

Hay temas e instituciones que requieren de una ponderación que también es democrática. ¿Se imaginan los lectores -por ejemplo- qué consecuencias tendría para la justicia que los jueces fuesen electos con campañas electorales? Aunque los jueces sean electos, se busca para ellos un sistema de elección que pondere su capacidad académica, jurídica y profesional para el cargo. Se busca -en teoría- que lleguen los más capaces y justos y no los más populares. Ideal sería una democracia en la que el pueblo eligiese también a sus mejores jueces, pero en la realidad no es usualmente así.

Algo similar sucede con las instituciones académicas. Su democracia es de una naturaleza diferente porque se intenta que en la elección de sus autoridades, la preparación, la capacidad, la trayectoria académica tenga un peso específico en función de la propia esencia de la institución. Por eso, en las elecciones universitarias se da mayor peso en la votación al académico e investigador de larga trayectoria que al estudiante recién inscrito. Tiene lógica, se supone en teoría, que el primero debería tener un mayor conocimiento de los requerimientos y necesidades de la universidad. Dicho en otras palabras: en ciertas instituciones es más democrático (para su existencia y supervivencia) que haya algo menos de democracia, aunque suene contradictorio.

Los togados que se hacen pasar por Tribunal Supremo de Justicia, consideran que en las elecciones de la Universidad Central de Venezuela debe haber voto igualitario. Es su último desesperado intento de destruirlo todo, se pretende también acabar con nuestra universidad. Las instituciones académicas de Venezuela, con la UCV a la cabeza no se han doblegado ante el régimen, han sido por el contrario centros de resistencia, casualmente en defensa del sistema democrático.
Es comprensible que la universidad represente el principal enemigo para un régimen que en su esencia y existencia es contrario a la razón.

Es comprensible que la universidad represente el principal enemigo para un régimen que en su esencia y existencia es contrario a la razón.