El ahora autoproclamado “Super Bigote”, con su habitual “ingeniosidad” señaló hace unos días que  Venezuela e encuentra en una “fase de pre prosperidad”. Esto lo dice en un país en el que, en la capital del estado emblemático de la producción petrolera, la gente tarda semanas en llenar de gasolina el tanque de su vehículo. Lo dice en una nación que tiene a una cifra cercana al 20% de su población fuera del país, huyendo de la catástrofe que el régimen ha ocasionado en 20 años de destrucción, en el país con la mayor inflación del mundo, con los servicios públicos colapsados, sin electricidad ni agua (siendo uno de los países con el mayor potencial hidrográfico del planeta), con la salud en terapia intensiva, con la población muriendo de inanición y comiendo de los basureros.

 Ante tamaño despropósito le invade a uno las dudas: ¿se ríe de nosotros o es tan brutal su desconexión con la realidad del país?, ¿se mofa de la miseria que él mismo genera o realmente cree lo que dice?, ¿es crueldad, indolencia o simplemente calculado cinismo? Sea cual fuere la respuesta, es muy grave, extremadamente grave. Venezuela no está en una fase de pre prosperidad, sino en estado de pre extinción, sometida al dominio de naciones extranjeras, con su sistema productivo paralizado, con una economía colapsada, con su territorio devastado y su gente sometida a inenarrables calamidades.

 Pensar que a esto se le puede llamar pre prosperidad reclama tratamiento psiquiátrico urgente, cuando menos, por disociación continuada. Este régimen se ha vuelto enteramente orwelliano: la enfermedad es salud, la muerte es vida, la corrupción honestidad, en definitiva, dos más dos es igual a lo que al gran hermano se le antoje que sea.

La prosperidad es siempre el anhelo de los pueblos, tratando de propiciarla se libró nuestra guerra de  Independencia, en la creencia de que separados de España podríamos nosotros progresar. Prosperidad, Super Bigote, son universidades florecientes, acceso a una alimentación balanceada, incrementó en la esperanza de vida de la gente, niños escolarizados, espacios abundantes para la cultura, bibliotecas, museos de arte, salud, seguridad, bienestar, trabajo. Donde quiera que uno ve estas cosas, que en nuestra tierra brillan por su ausencia, identifica claramente la prosperidad, que para nosotros está en este momento más lejana que nunca. La prosperidad podría resumirse, en definitiva, por esa sensación que invade a los padres de que sus hijos tendrán una vida algo mejor que la que ellos conocieron. Venezuela tuvo esta sensación, especialmente durante el siglo XX, con el avance de la civilidad y la democracia en el país y la conocerá  de nuevo cuando esta pesadilla haya pasado.

Es inevitable volver a recordar -por su elocuente pertinecia- aquella anécdota del presidente Carlos Soublette cuando enterado de que se le satirizaba en una obra de humor, citó al humorista a palacio y le pidió que le leyera la obra. Mientras el humorista leía con cierto nerviosismo, Soublette reía de buena gana. Terminada la lectura le dijo al comediante lo siguiente: “ joven vaya y monte su obra. Veo que usted se burla de mí, pero francamente esperaba más. Vaya y monte su obra que Venezuela no se ha perdido ni se perderá porque el pueblo se ría de su presidente, venezuela podrá perderse cuando el presidente se ría de su pueblo”.No cabe la menor duda, se ríen de nosotros y es que hay gente que uno no sabe si es puramente  perversa o vive ya en una fase de post perversidad.