Como estamos en tiempo de honrar a los difuntos, recordamos con dolor que desde hace 21 años vivimos con la sensación de que dejó de existir la democracia de Venezuela. Nacida en 1958, tuvo una vida difícil en sus comienzos, sin embargo, gracias al cuidado de sus padres, que, a pesar de los desacuerdos entre ellos, le dieron estabilidad y seguridad, logró sobrevivir a su complicada infancia, en la que en varias oportunidades estuvo a punto de perder la vida, pero con el respaldo de familiares y amigos logró salir adelante. Con el paso del tiempo, ganó la suficiente fortaleza como para convertirse en instrumento de avance, progreso, cultura y educación para el pueblo venezolano.

Desafortunadamente, ella, que era en la envidia de sus vecinos y ejemplo de crecimiento y madurez para todo el mundo, comenzó a tener ciertas dificultades que la alejaron de sus sueños infantiles, como suele sucedernos a todos. Así fue perdiendo el afecto de la gente que consideraba que ella ya no estaba a la altura, que demasiadas personas estaban excluidas de sus beneficios, que se había vuelto derrochadora y corrupta.

Esta mala imagen fue aprovechada por quieres urdían su asesinato, el cual que tramaron de la forma más alevosa y cruel, porque la usaron a ella para su propia aniquilación. Haciendo creer a todos que la salvaban, sus enemigos usaron sus ropajes, se disfrazaron de ella en un carnaval de petrodólares que duró muchos años y puso en evidencia las verdaderas intenciones.

De manera progresiva la fueron mutilando: primero acabaron con su partida de nacimiento, luego la embriagaron de elecciones, como para que nadie se diera cuenta de que con sus propios mecanismos le quitaban toda fuerza. Muchos levantaron la voz, perdieron la libertad y demasiados la vida, pero el mal estaba hecho. Es muy difícil después de que se ha asesinado a la democracia usando el voto, que el camino de regreso sea el mismo, más cuando se enseñorea la tiranía.

Ahí la tienen, tendida en su lecho de muerte. Pero ¿en verdad está muerta la democracia venezolana? ¡De ninguna manera! Vale la pena recordar aquel pasaje del evangelio cuando Jairo busca a Jesús para que salve a su hija enferma. Cuando llegan a la casa de aquel, les avisan que la niña ya ha muerto. Jesús dice “la niña no está muerta, está dormida”, luego entró en la habitación y pronunció estas palabras en arameo: “talita cumi”, que quiere decir: “muchacha, levántate”.

La democracia venezolana no ha muerto, solo está dormida, duerme en el corazón de los que seguimos creyendo en ella, en el coraje de la gente que resiste, en el alma justa de una inmensa mayoría de venezolanos de bien. La democracia es una idea y las ideas no mueren mientras haya cabezas que sigan creyendo en ellas y las alimenten.

“Talita cumi”.