¿Qué pasa cuando un cura se confiesa? El hecho insólito, más noticioso que la renuncia del Papa Benedicto XVI, ocurrió a la vista de un público que, lejos de absolver al pecador, lo aplaudieron.

Secretos de confesión, del padre Gustavo Sucre s.j. fue un acto celebrado la noche del lunes en el Aula Magna de la Universidad Católica Andrés Bello (Ucab), como parte de la celebración de los 60 años de esta universidad, y que tuvo como protagonistas al padre Olegario (Laureano Márquez) y la moderación de César Miguel Rondón.

Se trató ciertamente de un momento inolvidable, donde la risa y la seriedad se dieron la mano, para servirle de guía al padre jesuita, uno de los fundadores de la UCAB, cuyo genio y memoria continúan intactos en sus 85 años.

La excelente escenografía, que albergó el confesionario (un mobiliario antiguo, bar, radio y máquina de escribir de la época), sirvió de referencia para ese viaje del padre Sucre a los recuerdos de su vida, desde que nació, partió a España y llegó a estas tierras.

El propósito de este acto irrepetible era recabar fondos para el plan de becas de la UCAB, que dirige justamente el padre Sucre, destinado a estudiantes de escasos recursos económicos, justo ahora cuando las universidades privadas padecen de los recortes deliberados del Gobierno para estos fines.

“Padre, arrepiéntase de una vez y evitamos todo esto”, dijo el cura Olegario, lo que hizo sonreír al público; mas no al confesor quien le advirtió en repetidas ocasiones que había nacido en el año 27, pero enfatizó “después de Cristo, oíste”. Olegario o Laureano respondió aliviado a esto: “Menos mal, yo tenía la duda que usted le había dado clases a San Ignacio de Loyola”.

Entre preguntas y recuerdos transcurrió una noche inolvidable, con acompañamiento musical de Aracelis Tortolero, quien interpretó Cómo fue; Daniel Graterol, La gloria eres tú; Orlando Sandoval con Reloj y Mariely Valero, cantando Contigo en la distancia.

El presentador de la noche, César Miguel Rondón, confesaría también que su paso por la UCAB le dejaría una marca indeleble: “Aquí se discuten las ideas. Es una familia, es un todo”. Y con esa voz con la que desayunamos todas las mañanas, casi que advirtió, “lo que sigue no es publicidad”: el padre Sucre fue absuelto.