Politólogo, humorista, escritor y articulista de opinión, Laureano Márquez es por encima de todo un enamorado empedernido de su país adoptivo, Venezuela. Aunque sospechó desde muy pequeño que tenía talento para hacer reír, no quiso seguir su intuición y vaciló primero entre las ciencias políticas, el derecho y la filosofía, hasta que se convenció de que su destino era menos juicioso, el humor.

Por su experiencia cotidiana se dio cuenta que humor con hambre no dura y que frente a la escasez y la crisis económica que enfrenta el país, era imposible no volverse más reflexivo, cuestionador, analista, crítico, opositor. En el escenario o fuera de él, sus trabajos reflejan esos elementos que no a todos les causa gracia. Sus reflexiones lo ha llevado algunas veces por el camino de la amargura con sanciones y agresiones, pero también a la gloria con el reconocimiento de organismos defensores de la libertad de expresión como el Comité para la protección de los periodistas que le otorgó el Premio Internacional a la Libertad de Prensa.

Trabajó en uno de los programas cómicos más emblemáticos de la televisión venezolana, Radio Rochela, junto a importantes figuras del humorismo. Su multiplicidad de roles, que también pasan por la locución y la actuación, lo convierten indiscutiblemente en un experimentado y multifacético artista. Su compromiso como ciudadano lo hace muchas veces alejarse de ese sentido del humor que imprime en sus actuaciones. Confiesa que cuando escribe sus artículos no siempre puede encontrarle lo risible a la cotidianidad.

Escritor de editoriales humorísticos en el periódico de oposición Tal Cual, ha sabido combinar su rol como articulista con el stand up, un género que ha impulsado en el país junto a otros comediantes. La Reconstituyente, El Pantaletazo y Laureamor y Emidilio, Venezuela sin Esteban y Yo no son algunos de los espectáculos que ha llevado por todo el país y fuera de las fronteras. En los últimos meses ha presentado su reciente monólogo «Sit Down» en varias ciudades de Europa, buscando compatriotas para desahogarse. Londres no estuvo fuera de la lista y aprovechamos su estadía para conocer de primera mano lo que significa en Venezuela ejercer uno de los oficios más vigilados y al mismo tiempo uno de los más poderosos entre los géneros de opinión.

¿El humor es un talento especial?
Creo que el humor es un mecanismo de defensa del ser humano frente a la adversidad pero también que es una de las formas que el hombre ha tenido a lo largo de la historia para pensarse a sí mismo.

¿Dolor con humor se paga?
El humor puede servir como desahogo, como evasión o también como una manera de abordar los problemas. Depende de cómo lo manejes. Un chiste corto y sencillo sobre el problema cotidiano del país puede ser una válvula de escape, mientras una reflexión humorística más aguda y más intensa puede llevarte hasta el llanto.

Me refiero incluso a trabajos como los que realizan caricaturistas venezolanos como Pedro León Zapata, Rayma, Weil o Edo porque son quienes quizás con menos elementos pueden inducirnos a una mayor capacidad reflexiva.

¿Cómo usan el humor los venezolanos?
Creo que de dos maneras, a veces para evadir y otras veces para profundizar, como una reflexión y a mí me gustaría que lo que yo hago tenga esa segunda intención.

¿Cómo llegaste al humor?
La desesperación, yo no tenía trabajo y había descubierto que tenía habilidad para hacer reír a la gente. Al principio pensé que sería algo provisional y al final se quedó para siempre. Yo quería ser una gente seria en la vida, pero no lo logré.

¿Siempre estás de buen humor?
No, yo vivo molesto completamente, por eso soy humorista. Subo al escenario básicamente por mí, eso es lo que me ayuda a sobrevivir y a sobrellevar esta angustia por el país. En mi columna de humor en periódico Tal Cual a veces me critican porque en ocasiones la situación es tan agobiante que lo que escribo no da risa

¿Entre la escritura y el escenario, qué es lo que más disfrutas?
El hilo conductor de todas las cosas que hago es el humor y por eso disfruto mucho las dos. Mi columna de opinión es una actividad solitaria, una reflexión interior. En el escenario exteriorizo mis ideas. Me encanta estar allí, que la gente se ría y que además medite a través del humor. Si no se ríen, no importa, a veces lloran y lloro yo también con ellos, por nuestra patria que se pierde.

¿Eres un español con alma venezolana?
Soy hijo de inmigrantes españoles. Nací en Tenerife pero me fui a Venezuela muy pequeñito, así que es como si hubiese nacido allí. Mi país es Venezuela, lo único diferente que tengo es que no puedo ser Presidente de la República.

¿Retornarías a España?
Mi familia regresó hace mucho tiempo y yo me he negado a retornar porque yo soy venezolano. Podría huir en todo caso si se presenta la situación pero para mí no hay retorno porque mi retorno es a Venezuela, mi casa, mi hogar, mi patria.

¿Te has sentido amenazado?
Todo el que opina distinto en el país tiene algún tipo de amenaza encima. Los que escribimos, los que tenemos figuración pública en opinión estamos particularmente mal vistos por el gobierno. Sin embargo, mi temperamento particular no es de sentirme amenazado, he pasado por situaciones difíciles, el fallecido presidente Hugo Chávez alguna vez se molestó por algo que hice y eso terminó en un juicio, pero la verdad sería exagerado de mi parte decir que estoy bajo amenaza.
Se podría decir que estoy bajo la misma amenaza de todos los venezolanos, ni más ni menos. Salgo a la calle y estoy bajo la amenaza del hampa pero no porque se trate de Laureano Márquez sino porque soy venezolano. Me siento amenazado porque voy al supermercado y no consigo los productos que necesito o porque si estoy enfermo y voy al médico no hay insumos para atender a los pacientes. Es como la canción de Juan Luis Guerra, «El Niágara en bicicleta».

¿Con tanta escasez, crees que los humoristas también están en vías de extinción?
El modelo político venezolano exige de la sociedad la sumisión total, la ausencia del criterio crítico, básicamente. Como verás, no se lleva muy bien con los humoristas. A lo largo del tiempo nos han puesto multas, sanciones, nos han agredido de distintas formas y nosotros hemos estado ahí, luchando. Es un pulso. Pero, respondiendo a tu pregunta, creo que no. Está claro que la batalla es desigual. Por supuesto nosotros como humoristas tenemos más fuerza que el gobierno que solo tiene armas, policías y cañones, mientras nosotros tenemos humor. La situación de desigualdad en la que ellos se encuentran es terrible.

¿Qué piensa la gente de tu trabajo?
Venezuela está polarizada y hay dos tipos de reacción frente a lo que hago, la gente que le gusta mucho y los que adversan y me insultan a través del twitter. Esas agresiones son cotidianas y uno se acostumbra. Lo que noto, aunque no soy encuestador, es que la sociedad está cambiando y cada vez que escribo hay menos agresiones por parte del chavismo. Eso me da pie para pensar que la propia estructura del chavismo se está debilitando en un proceso progresivo y particularmente desde que llegó Nicolás Maduro al poder.

¿Cómo describes lo que pasa en Venezuela?
El país está en un momento difícil. Ahora está pasando por uno de los gobiernos más destructores de su historia. Venezuela está haciendo agua por muchos lados a la vez y eso por supuesto tiene una incidencia social muy fuerte. Pero el alma venezolana sigue luchando y soñando un país distinto.

¿Cuál es el sentimiento en la calle?
De mucha angustia porque se mezclan varias situaciones graves. Por una parte está el problema de la alimentación que se está tornando muy difícil y por otro la inseguridad y la salud. El país está en una especie de colapso por distintas áreas y eso tiene a mucha gente preocupada, abierta a estampidas para salir del país y enfrentando el problema de las aerolíneas.

¿Cómo explicas la «revolución bonita»?
Es muy difícil de explicar porque es absurda. En Venezuela se ha utilizado el sistema democrático para desmontar la democracia y eso es muy difícil de explicar. En el país el gobierno destruye la economía y dice que es una maniobra de la oposición.

Hay gente fuera que está convencida del éxito de la revolución.
Eso es lo que se llama tener buen lejos y la revolución tiene buen lejos. Mientras te alejas más de ella, más bonita se ve y mientras más te acercas a su cotidianidad, más repugnante se nos presenta.

Si uno lo ve desde la distancia de la izquierda europea que es muy romántica y que piensa que todo hombre barbudo, mal vestido y que diga hablar en nombre del pueblo es maravillo, le parece bello lo que está pasando en Venezuela. Esa misma gente que no toleraría aquí a un Primer Ministro que agreda o insulte a la oposición, le parece muy bien que en nuestro país el chavismo agreda e insulte a los opositores.
Otro elemento que ha favorecido la imagen internacional es la inversión millonaria que ha hecho la revolución para promocionarse en el mundo. Hay que admitir que esa inversión se ha hecho excelentemente bien.

¿Qué piensas del silencio de algunos países?
La verdad no espero que venga nadie a ayudarnos. El único apoyo que pretendo es que tengan conciencia de la violación a los derechos humanos que se está cometiendo en el país. Lo que espero de los países vecinos es que no sean tan alcahuetes y oportunistas con nosotros. Yo entiendo que algunos presidentes latinoamericanos que tienen negocios con Venezuela pongan sus intereses por encima de nuestro país, lo que me molesta como ciudadano venezolano es que se hagan los desentendidos sobre lo que está pasando.

¿Quién podrá defendernos?
Nosotros. Si no somos capaces por nuestros propios medios y a través de la democracia de cambiar nuestro país es porque no merecemos cambiarlo.

¿Qué opinas de irse del país como plan B?
Yo antes decía que no había plan B y que la solución era ponerle ganas al plan A que era quedarse y seguir luchando, pero ahora la situación es distinta. Respeto todas las opciones. Cada uno tiene su límite de aguante. Irse es una opción. Lo que no me parece bien es irse y desconectarse del país. Sería muy triste que un venezolano se olvidase de su país y dejase de luchar por él donde quiera que se encuentre.

Cuando pienso en los que se van, me da un infinito dolor porque el que se va sufre mucho. Imagínate, vivir en una sociedad tan estresante como la de Londres es muy doloroso para un venezolano. Una ciudad donde tienes que pararte en los semáforos, coexistir humanamente y racionalmente, eso es muy difícil, uno no está entrenado para eso. Además, ver los autobuses rojos por todos lados es algo que me afecta mucho y me he negado a usarlos. Otra cosa que me parece angustiante es ir a un supermercado donde hay 50 marcas de cada producto. En Venezuela yo solo miro y si hay leche, la compro y ya.

¿Por qué este stand up es «Sit Down»?
Es un género nuevo que estoy inventando en el que la gente no se ríe sino que se deprime. Pero no se lo digas a nadie.

¿Qué temas incluyes en tus espectáculos?
Yo voy variando con el tempo del país pero mi tema siempre es Venezuela y sobre todo cuando las presentaciones son fuera del país. Hago muchas alusiones a la situación actual y también hay un deseo de invitar a la gente a que se conecte con la esperanza.

¿Cómo conectarse con la esperanza?
Yo creo que es comprometiéndose honestamente con lo que uno hace, hacerlo bien y hacerlo por convicción. Los que siguen en Venezuela son auténticos héroes de la resistencia.

¿Crees que hay esperanzas?
Bueno, esta ciudad en 1666 se volvió cenizas y la gente de aquí la volvió a construir y es nuevamente una ciudad esplendorosa. Nosotros estamos viviendo una especie de incendio de Londres, solo que el incendio se llama gobierno. Algún día lo apagaremos y comenzaremos a edificar la ciudad destruida.

¿Cuándo crees que veremos esa ciudad?
Ya yo tengo la certeza que no la voy a ver completamente reconstruida pero eso no significa que no deba seguir aportando para ayudar porque mis hijos y mis nietos merecen un país mejor. Alguien aquí en 1666 trabajó duro, hizo algo para cambiar, entonces yo voy a seguir aportando hasta donde se pueda.