Venimos de la noche y hacia la noche vamos.
Vicente Gerbasi
Los pasos en el polvo, el fuego de la sangre,
el sudor de la frente, la mano sobre el hombro,
el llanto en la memoria,
todo queda cerrado por anillos de sombra.
No es casual el nombre de «Tapón del Darién» con el que se denomina a la selva de 575 mil hectáreas que marca el límite entre Centro y Suramérica.
Se trata de una selva inexpugnable, donde incluso se cortan los 17968 kilómetros de la carretera Panamericana que va desde Alaska hasta Argentina.
Es una región pantanosa, repleta de ríos y lagunas, porque se trata de un espacio geográfico que tiene uno de los mayores índices pluviométricos del planeta.
Este territorio, considerado el lugar más inhóspito de todo el continente americano, se encuentra en la frontera entre Colombia y Panamá.
Allí se ha establecido una ruta a través de la cual –guiados por esos mercaderes de la vida denominados «Coyotes»– miles de inmigrantes, familias enteras, con niños incluidos y hasta personas mayores, tratan de abrirse paso (se habla de 134 mil personas en el año 2021) para continuar su camino hacia los Estados Unidos.
Los haitianos encabezan la lista, pero también hay cubanos, africanos y, naturalmente, venezolanos.
La imagen más común con la que los inmigrantes que logran sobrevivir la travesía la recuerdan, es la haber transitado por el infierno.
Y es que el Darién se ha convertido, en los últimos tiempos, en el infierno de América.
Allí se juntan los animales más peligrosos: serpientes venenosas, cocodrilos, todo tipo de plagas, jaguares, pumas, cerdos salvajes y el más mortífero de cuantos animales tienen que enfrentar los inmigrantes a su paso: el Homo sapiens.
En el Darién se reúne lo más repugnante de la especie humana: violadores, narcotraficantes, hampones ávidos de quitarle a los que hacen la travesía las pocas pertenecías que pueden llevar y una larga lista de criminales.
Todos ellos encuentran allí, también, su espacio protegido, en su caso, del alcance de la justicia.
Los relatos son espantosos, las imágenes que han llegado escalofriantes; gente que padece las inclemencias del duro clima, hundida en barriales, a merced de animales peligrosos y especialmente de la ya descrita bestia humana.
Atravesar el Darién es una suerte de suicidio al estilo de la ruleta rusa, apostando a que, en una de esas, te salvas.
Resulta increíble y decepcionante que, a estas alturas de la evolución de la Humanidad, no hayamos podido establecer aún regímenes políticos y económicos que impidan llevar a la gente al límite de la desesperación al punto de jugarse la vida y la de sus hijos tratando de escapar de aquellos.
Una auténtica vergüenza para nuestra especie.
De verdad que los reportes de las atrocidades que se comenten contra los migrantes en el Darien, supera a la ecología inhóspita. Dios tenga misericordia de nosotros.
Gracias Laureano por advertir esto para que los que te leen sepan que deben divulgar la información de que no se debe transitar por esa zona.
Excelente artículo, como la mayoría, por no decir todos, salidos de esa pluma señorial del señor Laureano Marquez.
Leyendo el artículo uno va visualizando sin darse cuenta de toda la parte selvática con sus animales, incluido el hombre, a los que se enfrentan a diario, quienes huyen de los regimen totalitarios que desgobiernan en sus respectivos paises. Dios proteja a estos guerreros. Gracias Laureano
«Se Prefiere Morir Libre, en el intento, que Esclavo en la conformidad»
(Firulais)
Laureano, tu pluma siempre sobresale por su vehemencia, por no dejar nada en el tintero; bien que se trate de humor o, en casos como éste del artículo de hoy donde descargas casos tan deplorables… admiro eso de ti!
Sus palabras sabias, que laceran y también sacuden un poco el dolor que cargamos, moviendo sonrisasco on su profunda mirada que nos enseña compasiva, y desnudándonos, a veces suavemente, cuerpo y alma, a ver si entendemos, a ver si mejoramos. A ver si lloramos con más consuelo, entrando en algo de razón. Gracias por las risas y por el llanto.