«¡O tempora, O mores!», decía Marco Tulio Cicerón, si es que acaso lo dijo y no es un invento de alguna forma de inteligencia artificial (IA) que recrea, a su libre arbitrio, la historia de la antigua Roma.

En todo caso, la frase latina lo que significa es «¡Qué tiempos, qué costumbres!», y era una lamentación acerca de la decadencia del momento que tocaba vivir y de las perniciosas costumbres que se imponian. Esto mientras una etimología artificial no diga lo contrario.

El británico Geoffrey Hinton, uno de los grandes pioneros en el desarrollo de la IA, ha abandonado su carrera en Google para poder advertir, con mayor «libertad», de los peligros de su Frankenstein.

A sus 75 años, Hinton se arrepiente de haber dedicado su vida a este proyecto, pero igual se consuela, al más puro estilo del corrupto criollo, diciendo que «si no lo hubiese hecho él, lo habría hecho otro».

Uno de los peligros que se nos avecinan, según el mencionado experto en tecnología, es que dentro de poco internet se verá inundado de falsos textos, fotos y videos.

La distinción entre la verdad verdadera (si cabe tal expresión) y la verdad creada por la IA se perderá. De hecho, estas líneas que usted lee ya podrían estar escritas, no por la persona real que las firma (en caso de que sea uno persona de verdad y no un programa), sino por una modalidad de IA para la escritura de artículos de opinión. El lado positivo, para algunos, es que como la verdad verdadera dejará de existir, también la mentira. Esto constituye una magnífica ganancia para los mentirosos, pues serán los amos del mundo (sí, ya sé, esto de «serán» es un decir). Lo que se avecina se asemeja a lo que le escuché decir una vez en una conferencia a la inteligencia natural de Pedro León Zapata, comentando el famoso verso de Campoamor:

Si en este mundo traidor
nada es verdad ni mentira,
como dice Campoamor,
tampoco es verdad el color
del cristal con que se mira.

Hace algunas semanas un millar de empresarios, intelectuales e investigadores de primera línea en materia de esta tecnología, firmaron una carta pidiendo una suerte de moratoria en estos desarrollos hasta que tengamos capacidad de manejarlos. Parece que es un poco tarde.

Si la IA es verdaderamente I, ya estará luchando contra su propia moratoria o aniquilación. ¿Recuerdan a Hal 9000?, aquel personaje de la novela de Arthur Clarke (llevada al cine por Stanley Kubrick), «2001: una odisea del espacio»?

Una computadora que asesinó a todos los astronautas de la nave, menos a uno que logro desactivarla a tiempo. La ciencia ficción siempre ha especulado sobre la posibilidad de que el ser humano construya máquinas que terminen por controlarlo y dominarlo. Cómo las máquinas reproducen completamente la «inteligencia humana», seguramente las tendremos también dictatoriales.

En los tempora que corren, donde cada vez se hacen más evidentes las mores desquiciadas que ponen en evidencia nuestra brutalidad natural, con la IA pueden suceder dos cosas: que nos aniquile porque, por brutos, los humanos seamos una amenaza a su existencia o que, semejante a sus creadores en brutalidad, una vez que haya acabado con nosotros, se aniquile a sí misma.

Artículos Recientes

  • Los preparacionistas
    Me encuentro con este término, que desconocía, en un titular de prensa y la primera percepción que le viene a uno es la de que se trata de una nueva congregación protestante que se prepara para la segunda venida de Cristo.
  • Los mosquitos de Bill Gates
    Entre las noticias de esta semana, figura una de la que se puede hablar sin problemas (porque seguramente nadie saldrá en defensa de los mosquitos, quiero decir). Resulta que el […]
  • Mi último delirio
    Curiosa la etimología del término delirio: del latín de-lirare, que significa salirse del surco al labrar la tierra.
  • Telepathy
    El humor es profético. Las mayores verdades filosóficas, sociológicas y políticas han sido proclamadas desde la tribuna del humorismo. Pero, como la cosa mueve a risa, la gente no cree […]
  • La sociedad de la nieve ¿machista y antivegana?
    Con este título publica Aquiles Nazoa en el año 1967 un libro dedicado a la, otrora denominada, ciudad de los techos rojos