España ganó la copa de Europa y, por un ratico, hasta que se le pase, España se ha sentido España.

No pitaron el himno nacional, el cual, por cierto, no tiene letra, solo música, porque los españoles no se han podido poner de acuerdo en una; se pintaron los rostros con los colores rojo y gualda y, como si fuera poco, ¡hasta en Barcelona! se enarboló la bandera española.

En la emblemática plaza de las Cibeles de Madrid, el capitán de la selección española, Álvaro Morata tuvo incluso la osadía de decir que España era un gran país, opinión que, a no dudarlo, generará polémica.

Es impresionante lo que el futbol puede hacer por la unidad de una nación.

Y es que la vida cotidiana de los españoles es muy distinta a lo visto durante la celebración: las más de las veces la nación Ibérica da muestras de ser un país en deconstrucción. Algunas regiones quieren separarse y convertirse en naciones independientes.

Cuando los diputados juran la constitución, lo cual es obligatorio, muchos de ellos subrayan en la jura que lo hacen «por imperativo legal», que es una fórmula que se han inventado para decir algo así como: «prometo porque la ley así lo dispone, pero no creo en nada de lo que prometo y lo dejo claro en este mismo acto». Esa manía tan hispana de jurar cruzando los dedos.

En esa España de charanga y pandereta, que decía Machado, suceden muchas cosas verdaderamente insólitas por lo contradictorias. Por ejemplo: crean una ley de memoria histórica para recordar, como corresponde, a los asesinados en la guerra civil del año 1936 y a la vez un acuerdo de desmemoria para olvidar a los asesinados por el terrorismo de una organización que estuvo matando hasta el 2011, es decir hasta ayer; promueven una ley para sancionar a los «pseudomedios», con el fin de evitar las ofensas a la esposa del presidente con «bulos», y al mismo tiempo despenalizan las ofensas al rey y a la religión; en nombre de la división de poderes y la imparcialidad judicial, parcializan y politizan la justicia.

En fin, solo una muestra de una larga lista, siempre familiar.

Es una larga lista en la que predomina la confrontación civil, eso que en la madre patria suele llamarse cainismo, esto es: el enfrentamiento polarizado entre hermanos que no terminan por reconocerse.

Es un sentimiento que representa muy bien Goya en su cuadro Duelo a garrotazos en el que dos personajes se baten a palos y hundidos en el barro hasta las rodillas, no encuentran otra razón que la de aniquilarse el uno al otro, sin sentirse parte de un proyecto ni de una patria común, eso que, con encomiable esfuerzo y cooperación, lograron los artífices de la transición ibérica de 1978, después de haberse caído a tiros durante tres años y padecer cuarenta años de dictadura.

Traigo esto a cuento porque la comprensión del alma española es de gran utilidad para entender nuestra propia alma nacional, si cabe la expresión. Nos parecemos en muchas cosas a la mae patria, no en balde el 59, 96% de nuestra historia es la de España: lengua, cultura idioma y actitudes nos siguen marcando profundamente.

Nosotros hemos encontrado también en la Vinotinto un espacio de integración y de orgullo más allá de los dolorosos desencuentros que han marcado los últimos años de nuestra historia.

Ver al público en estadio de Austin cantando al unísono el Gloria al bravo pueblo (que por fortuna nos une), no tiene precio, nos sobrecoge la emoción, tanto por el encuentro como por el dolor de la distancia.

También nosotros tenemos pendiente lo que nuestra selección nos ha enseñado, como la de España a los españoles: que solo se llega lejos cuando se coopera con inteligencia, que un país, como una selección de futbol, es un grupo de personas trabajando unidas en una misma dirección y en equipo (más allá de las diferencias en la estrategia), venciendo la inclinación de que alguno de los jugadores, con su ego enardecido, pretenda adueñarse del juego, ser el único que toque la pelota y el que meta los goles siempre.

De cara al futuro, como diría en inolvidable Lázaro Candal, tan de aquí como de allá, podríamos concluir diciendo: «¿Y mañana? ¡Ayyyyyyyy mañana!, ¡Qué angustia, qué nervios, qué desesperación!».

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