Lo que nos espera con la inteligencia artificial resulta aterrador. Lo podríamos resumir en el verso de Campoamor:

Y es que en el mundo traidor
nada hay verdad ni mentira:
todo es según el color
del cristal con que se mira

Afirman, los que saben de estas cosas, que se podrá lograr con el Photoshop que personas reales hagan cosas que no han hecho. Podríamos ver quizá imágenes de Adolf Hitler hablando de paz, tolerancia y amor, y Mahatma Gandhi promoviendo campos de exterminio.

Vendrá un mundo en el que no sabremos con certeza qué es verdad y qué mentira.

Quizá los que fuimos criados en tiempos de las enciclopedias, donde el saber estaba certificado por el rigor de los sabios, podamos subsistir con algunas certezas, pero las nuevas generaciones, nacidas bajo la égida de la globalización, la digitalización, las aplicaciones, el mundo virtual, la tecnología de la «comunicación» y que viven un mundo constreñido a la pantalla de sus teléfonos celulares, la tendrán difícil para saber qué es cierto y qué es falso.

Quizá la sabiduría de las personas mayores vuelva a revalorizarse, pues su memoria de la realidad real puede ser la única posibilidad de acceder a las verdades de del pasado.

En verdad, esto de la verdad es complicado. Si la entendemos como la concordancia de nuestro conocimiento con la realidad, en un mundo donde la realidad no es real, las cosas se complican.

La filosofía se ha ocupado de este asunto a lo lago de la historia: desde el realismo de los primeros filósofos que consideraban que nuestro entendimiento plasma la realidad tal cual ella es, hasta la filosofía moderna donde según Kant, para decirlo de manera sencilla, el entendimiento constituye su objeto. Pero parece que lo que viene es entendimiento sin objeto, porque donde se complica la cosa es en el mundo de la experiencia, pues perderemos por completo la conciencia del tiempo, quizá el fin de la historia del que tanto se ha hablado.

Muchas cosas cambiarán. Creo que los actores de carne y hueso desaparecerán, o se «resucitarán» actores fallecidos para hacer nuevos papeles en las películas, con la ventaja de que no se le tendrá que pagar absolutamente nada. Creo que el humor también será cosa de inteligencia artificial. Esto no es publicidad, pero aprovechen de ver lo que pueden ser nuestras últimas funciones.

Los montadores de cachos están salvados: cualquier imagen suya comprometedora que aparezca puede ser desacreditada con el argumento de que se trata de una recreación de la IA. Pero, sobre todo, los que la van a tener muy fácil son los corruptos: para muchos de ellos, de brutalidad natural evidente, la IA será la panacea.

Como apuntaría Zapata:

Si en este mundo traidor
nada es verdad ni es mentira,
como dice Campoamor,
tampoco es verdad el color
del cristal con que se mira.

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