En el marco de la espiritualidad ignaciana, la palabra latina magis —que significa «más»— constituye un concepto central.

Etimológicamente está emparentada con otros términos de la misma raíz: magisterio, clase magistral, magister. Esta última, maestro en latín, la usamos para designar determinados grados universitarios.

Para San Ignacio, el magis se fundamenta en orientar la vida, en lo que a cada uno corresponda, en hacer más (no tanto por la cantidad, sino por la calidad y el empeño puesto en lo que se hace), servir más, no en favor del enaltecimiento personal, sino «para mayor gloria de Dios», por ello la abreviatura de A.M.D.G., que es lo mismo dicho en latín, tan habitual en los jesuitas. El magis conlleva un compromiso de aumentar las propias capacidades para ponerlas al servicio del prójimo.

De allí el lema ignaciano, recogido en los ejercicios espirituales: «en todo amar y servir» que, como señala el padre Ugalde, nos invita a: «actuar buscando servir, liberar y transformar con amor todo lo que niega la vida del hombre».

El pasado mes de diciembre falleció el padre José del Rey Fajardo (Zaragoza 1934 – Caracas 2023), un sacerdote, académico, historiador y docente que en toda su vida dio cuenta siempre de este magis ignaciano.

Cuando uno revisa su quehacer universitario, su producción bibliográfica, su sólida formación académica, no puede menos que asombrarse por su incesante actividad, por la vastedad de su saber y por el compromiso de amor con la universidad venezolana, muy especialmente de la católica del Táchira, de la que fue fundador y rector magnífico durante muchos años.

Una hermosa semblanza de su personalidad la ofrece Lyll Barceló Sifontes: «Orfebre de la palabra, forjador de entendimientos, artesano del intelecto, artífice de pensamientos, creador de inteligencia».

Me parece inspirador comenzar este 2024 evocando su vida extraordinaria, ejemplo de tenacidad, compromiso y amor.

Con cada año medimos nuestro transitar por la vida. El misterio tiempo cuyo concepto y alcance sigue ocupando tanto a filósofos como a físicos. Su paso nos agobia, sentimos muchas veces, con razón, que se nos escapa, que se nos escurre como agua entre los dedos, más en estos tiempos en los que las distracciones tecnológicas nos lo arrebatan sin piedad.

El padre José del Rey Fajardo, dio buena cuenta de los 89 años que la providencia le brindó en su tránsito terrenal. Es justo celebrar su vida, sus valiosos aportes a nuestra historia, a nuestra cultura a nuestra civilidad, también lo es ser agradecido con este religioso e intelectual que en todo amo y sirvió a esta tierra que hizo suya.

Ojalá que su ejemplo nos infunda determinación para que el magis ignaciano nos mueva también a nosotros a ser mejores cada día.

El padre José del Rey Fajardo falleció el 28 de diciembre, día de los santos inocentes. Cuentan que temprano dijo a su enfermera: «hoy resucito». Efectivamente aquí sigue entre nosotros con su obra y ejemplo A.M.D.G.

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