El pasado viernes 28 de julio se inauguró, en la sede del Palacio Arzobispal de Caracas la Biblioteca Oscar Yanes.

Una iniciativa apoyada por el cardenal Baltasar Porras y en la que Ligia Yanes, la viuda de Oscar, ha puesto tanto empeño, clasificando y organizando la numerosa cantidad de libros que componen la mencionada biblioteca.

El acto, organizado por el Museo Sacro de Caracas y el Archivo Histórico Arquidiocesano contó con la hermosa participación de la Orquesta Sinfónica Juvenil de Chacao.

Además de la impresionante biblioteca, se inauguró una exposición dedicada a diferentes momentos de la vida del ilustre Chivo Negro, que estará abierta las próximas semanas.

A quien esto escribe, le correspondió el honor de pronunciar unas breves palabras ese día. Ignorante yo de las formas protocolares para aludir a los cardenales, apelé a Google, que todo lo sabe, y realicé esta búsqueda: «¿Cuál es el tratamiento que se le da a un cardenal?». Y este fue el resultado de mi consulta: «aplicar una bolsa de hielo sobre el cardenal lo antes posible» y «aplicar cataplasma de sal sobre el cardenal». Me pareció una recomendación un tanto extrema y ya estaba yo rumbo al mercado para comprar la bolsa de hielo y la sal, cuando caí en cuenta de la palabra cardenal en castellano tiene varias acepciones: entre ellas, efectivamente como príncipe de la iglesia, pero también como «mancha amoratada que sale en la piel luego de un golpe o lesión». Así que resuelta la confusión comience simplemente agradeciendo a S. E. R. Baltasar Enrique Cardenal Porras.

Dice el escritor Carlos Ruiz Zafón: «cada tomo, cada libro que ves, tiene alma. El alma de quien lo escribió y el alma de quienes lo leyeron y vivieron y soñaron con él». De modo que nuestra querida Ligia Yanes les entrega a los lectores caraqueños, no solo el alma de su amado esposo, sino también el alma de aquellos que constituyeron la de Oscar. ¿Y qué mejor espacio para que tanta alma repose junta que este lugar sagrado del Palacio Arzobispal?

Un libro es tantos libros como lectores alcanza, así que convertir una biblioteca privada en una biblioteca pública es un acto de amor. Transitar por esta biblioteca permitirá al lector conocer a Oscar Yanes al conocer los libros que marcaron su vida. Una vida plena de actividades de la más diversa índole, en las supo marcar rumbos, alcanzando siempre éxito y reconocimiento.

Se inicia en el periodismo, pasión que sostuvo durante toda su vida, como reportero, como articulista, como hombre de medios, como corresponsal de guerra, como entrevistador de las más relevantes personalidades literarias, intelectuales y políticas de su tiempo (Entrevistó a Truman, a Dalí, a Papini a Nasser, entre otras celebridades. Hizo una reveladora entrevista a Armando Reverón en la que éste no desmiente su locura mientras afirma con profunda lucidez teológica y pictórica que Dios está en la luz). Fue un auténtico pionero del periodismo en Venezuela.

En la televisión tuvo Oscar una destacada carrera como como productor y conductor de programas, siempre de altísima sintonía, baste recordar «Así son las cosas» o la polémica «Silla caliente». Era un genio inventando frases que se hacían rápidamente populares con su particular manera de decir las cosas. Pero, por encima de todo, Yanes fue un intelectual que supo desentrañar con ingenio y gracia la manera de ser de nuestro pueblo, su idiosincrasia, lo que le llevó también a tener destacada participación la política nacional, vinculado al pensamiento socialcristiano.

Yanes habla con tanta familiaridad de los tiempos pretéritos, que uno comienza a sospechar que él estuvo allí, vibrando, no solo con la llegada del hombre a la luna, sino más allá: ¿Quién era, si no, ese Yáñez Pinzón que viene con Colón? O, más tarde, por los lados del 19 de abril, que lo encontramos nuevamente bajo el nombre de Francisco Javier Yanes.

Encaramado en el balcón del pueblo de la época, afirman las malas lenguas que amordazó a Madariaga, quien supuestamente era firme partidario del Capitán General D. Vicente de Emparan y Orbe. Le quitó la sotana y se la puso. Cuando el representante español consultó a las masas sobre su permanencia en el poder, Yanes, desde atrás, mandó señales que el pueblo descifró exhaustivamente.

Lo volvemos a encontrar en aquel fatídico año del 1813, esta vez haciéndose pasar por caudillo realista, natural de las Islas Canarias. En esa oportunidad lleva hasta al propio Bolívar a la silla caliente y le hace preguntas incómodas: Libertador….explique lo de Manuelita… ¿Es o no es usted un gurrumino? …No me guabineeé… ¡me está guabineando!…
Oscar Yanes nos legó una extensa obra escrita (no paró de escribir desde que su padre le regaló la primera Remington).

En sus libros encontramos esas historias divertidas e insólitas que entretejen los grandes momentos del país. Historias vinculadas a la vida cotidiana de la gente, a sus afanes, ilusiones, también al folklore y a las supersticiones, que definen la identidad venezolana, porque siempre fue un intelectual de esos que brotan de las raíces más profundas de un pueblo y se nutren de sus vivencias.

Tuvo la oportunidad de seguir de cerca –y no pocas veces como protagonista– los grandes acontecimientos políticos del país, y en su obra nos deja simpáticos relatos de los intríngulis de esos momentos. En sus últimos años, Oscar Yanes cerró su ciclo vital –para suerte nuestra– vinculado al humor y a los humoristas, quienes tuvimos el placer de oír de sus propios labios, con su inconfundible estilo, hilarantes historias.

En el Palacio Arzobispal, como un libro abierto disposición de los lectores, queda su alma, dispuesta a transmitir sus vibraciones a quien quiera adentrarse en ella.

Chúpense esa mandarina… Así son las cosas.

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