El tema de la inmortalidad ha sido recurrente en el devenir histórico del ser humano. Desde los inicios mismo del pensamiento, que trajo consigo la percepción clara de nuestra finitud y contingencia, mucho se ha fantaseado la posibilidad de vivir para siempre.

La inmortalidad, usualmente, es percibida como un supremo bien, pero también, no pocas veces, como fatalidad y castigo.

Baste recordar las palabras que el general espartano Leónidas dirigió a Efialtes de Tesalia cuando éste, en el desfiladero de las Termópilas (que quiere decir fuentes calientes), les mostró a los soldados de Jerjes una ruta, desconocida para ellos, por la cual pudieron avanzar y atacar a los griegos por la retaguardia: «ojalá vivas eternamente», le dijo (al menos en la película).

La piedra filosofal no es una invención de Harry Potter. El anhelo de dar con ella se remonta a la antigüedad.

Se trata de una sustancia química legendaria, cuya búsqueda obsesiva fue de gran estímulo para el desarrollo de la alquimia, que luego devino –entre otras ciencias– en la química actual, esa complicada asignatura donde el agua, que se ve tan claramente que es agua, es llamada H2O, nada más que para complicarle la vida a uno.

La piedra filosofal tendría la posibilidad de trastocar en oro y plata los metales corrientes, pero también, en términos del tema que nos ocupa, de alcanzar el hallazgo de la inmortalidad para el ser humano.

Pues bien, este asunto de la inmortalidad, que era solo material de literatura y cine de ciencia ficción, según los especialistas científicos, podrá ser una realidad alrededor del año 2045.

Investigaciones patrocinadas, entre otras instituciones por Google (que en definitiva es un buscador, también de vida eterna), el envejecimiento –catalogado como una «enfermedad curable»– podrá ser detenido. Sería «la muerte de la muerte», como los mismos expertos señalan, el fin de la edad humana y el comienzo de la edad posthumana. Se avecina un mundo controlado por la inteligencia artificial.

Al parecer vienen computadoras con capacidad para tener eso que hoy día se ha perdido entre nosotros: la conciencia, con capacidad para asumir la inteligencia combinada de todos los hombres (de todos los hombres inteligentes, obviamente. Los brutos quedamos fuera). De todas estas investigaciones puede dar cuenta –no podía llamarse de otra manera– la Methuselah Foundation (Fundación Matusalén).

Como sería de esperarse, los primeros en acceder a la inmortalidad, seguramente, serán las personas de más billete, entre las cuales se cuentan, claro está, los políticos corruptos, que ya sabemos de sobra cuáles son los más destacados del mundo mundial. Sin embargo, el no acceder al «beneficio» de vivir para siempre, no será, ni con mucho, un castigo para los limpios. En un mundo como el que se avecina, el poder morirse será un gran privilegio.

Eso que llaman el tedio vital será insufrible para los inmortales: no querrán leer, ni viajar, ni ver un cuadro, porque como tienen toda la eternidad para ello, dejará de ser importante, lo cual equivale a ir para atrás, como el cangrejo. Ya veremos el incremento del índice de suicidios entre los inmortales.

Afortunadamente, quien esto escribe, para el 2045 ya estará, Dios mediante, en pleno goce de la vida eterna, no de la que aquí se avecina, sino de la otra, la del más allá, la de siempre.

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