Podría pensar uno que se trata esto de una tomadera de pelo, pero no.

Es decir, sí es una tomadera de pelo, pero no en el sentido habitual de la frase, a la que se le atribuyen, por cierto, diversos y remotos orígenes: desde la costumbre militar de rapar el coco a los reclutas (y también a reclusos), acto que iba siempre acompañado de bromas y chanzas al rapado, hasta el gesto, inaceptable en ciertas culturas barbadas, de tocar la barba del dueño sin su consentimiento, lo que acarreaba confrontación y conflicto.

La tomadera de pelo a la que nos referimos esta promovida por nuestra Alma Mater, la vieja y noble Universidad Central de Venezuela.

Estamos hablando del Proyecto Sirena, adelantado por jóvenes estudiantes de nuestra máxima casa de estudios.

Como apunta Dannalice Anza, su coordinadora, el nombre del proyecto no tiene nada que ver con la Sirenita de Disney, sino con una sirena de alarma, en este caso concretamente, ante el grave deterioro que presenta el lago de Maracaibo por la contaminación, tanto por la presencia de desechos químicos, como por los derrames de petróleo.

Se trata de un dispositivo, para que se entienda mejor: una suerte de «esponja», que gracias a la capacidad de absorción que tiene el cabello, puede ser usada para depurar el lago de Maracaibo de la contaminación que sufre a causa del petróleo en sus aguas. Lo genial de esta idea es que es una manera limpia de descontaminar, esto es: sin añadir más contaminación al agua.

Resulta que el pelo es hidrofóbico, lo que significa literalmente que le tiene miedo al agua (ojo: no es razón para dejar de bañarse).

Este miedo al agua del pelo se conjuga con el excesivo amor a los aceites y grasas (de ahí la fama de los champús para cabello grasoso). Para decirlo de manera simple: el pelo se chupa el petróleo. Quien ha destapado alguna vez el sumidero del baño sabe de qué estamos hablando.

Esto ha generado una campaña a la que se han unido peluquerías, barberías y tiendas de mascotas, porque también el pelo animal cuenta, para aportar de lo que antes terminaba en la basura.

En la UCV se han organizado jornadas de corte de pelo gratuito a la que han acudido generosamente numerosas personas a dejarse tomar el pelo, en el buen sentido de la palabra, para contribuir a limpiar un lago que merece nuestra atención y preocupación.

El lago de Maracaibo (cuyo nombre aborigen era Coquivacoa) merece nuestra eterna gratitud. A él le debemos ese sonoro nombre que estremece nuestros corazones al ser pronunciado porque nos abarca y conmueve: ¡Venezuela! Es el lago más grande de América latina y el segundo más antiguo del planeta.

Su principal afluente es el rio Catatumbo donde se pone de manifiesto el celebérrimo relámpago del Catatumbo (llamado también linternas de San Antonio o faroles de Maracaibo) que produce 1760000 relámpagos por año (en años bisiestos 1760001), lo que genera el 10% del ozono del planeta, convirtiéndolo en el primer productor de dicha sustancia.

Como si lo dicho no fuese suficiente para amar nuestro lago, este constituye una de las zonas de mayor riqueza petrolífera del mundo. Justamente esta riqueza le ha llenado el fondo de miseria, porque no hemos sabido ser agradecidos ni cuidadosos con él.

En medio de angustias y dolores, que no viene al caso volver a recordar, estamos llenos de bendiciones cotidianas, de gente buena y honesta que se constituye en pilares de la esperanza. Quien esto escribe ya no alberga la melena de otros tiempos, mis entradas asemejan a la del mar en el lago y en la coronilla la hidrofobia me dibuja una devota tonsura. Sin embargo, como la intención es lo que importa, cuente el lago de Maracaibo con mi humilde aporte para que algún día podamos decir, con marabino acento, que nuestro lago está al pelo.

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